Robots: ¿Colegas o rivales?

Robots: ¿Colegas o rivales?

Aunque conviven discretamente con nosotros, la mayoría de ellos no tiene ese aspecto humanoide que desde hace décadas nos sugieren los libros y películas de ciencia ficción. Quizás por eso a menudo no los percibimos como los indispensables compañeros de trabajo que ya son. Lo cierto es que las máquinas -regidas por algoritmos- están ganando terreno a pasos agigantados en el ámbito laboral y se prevé que en poco más de 10 años la inteligencia artificial haya transformado radicalmente nuestra organización del trabajo. ¿Cómo podemos prepararnos para afrontar con éxito semejante desafío?

15 de junio de 2018

A partir de 2030, uno de cada tres empleos actuales estará totalmente automatizado -y por tanto no requerirá que lo realice ninguna persona-, según un estudio internacional elaborado por la consultora PricewaterhouseCoopers. Los empleos menos cualificados serán los más perjudicados (con un 44% en riesgo), seguidos de los que requieren cualificaciones medias (con un 39% que podría desaparecer) y finalmente, los que exigen mayor nivel de formación, que únicamente se verían afectados en un 14%. Cabe destacar que los puestos de dirección serán los que menos se automaticen: el citado estudio estima que apenas el 10% serían sustituidos por la robotización.

Sin embargo, a pesar de que las tareas más susceptibles de ser automatizadas son aquellas rutinarias y repetitivas, Jordi Serrano, fundador del Future for Work Institute y miembro de la comisión consultora de la Fundació Factor Humà, alerta que “parecía que la máquina no iba a afectar nunca al trabajo cognitivo, pero hoy está llegando. Tenemos máquinas haciendo diagnósticos médicos, coches conduciendo solos o incluso algoritmos haciendo selección de personal”.

De todos modos, hay habilidades que no pueden desarrollar ni los “bots” más sofisticados ni siquiera la nueva generación de androides japoneses. Así, Serrano considera que “más que ser reemplazados por un robot, podemos combinarnos con éste para aumentar nuestras capacidades. La idea es que éstos nos liberen del trabajo alienante y que, desde una perspectiva emocional y cognitiva, los humanos nos dediquemos al trabajo con sentido, que aporte más valor”.

En esta línea, Anna Fornés, directora de la Fundació Factor Humà, destaca que “aspectos como la creatividad, la autonomía, la toma de decisiones o la capacidad de síntesis, entre otros, continuarán siendo territorio humano”. Asimismo, Fornés incide en que “a mayor especialización profesional, menor riesgo de que la robotización afecte negativamente. Otro elemento importante a tener en cuenta es que la automatización creará nuevos empleos a medida que se vaya extendiendo”.

Los directivos no tecnificados, en riesgo de extinción

En el nuevo contexto que traerá la cuarta revolución industrial en la que ya estamos inmersos, los puestos más cualificados y con mayor responsabilidad también deberán esforzarse por transformar su visión y sacar el máximo provecho de las oportunidades que brinda la tecnología. El intercambio de información y el análisis de datos desestructurados de forma automática simplificará enormemente los procesos, si bien será imprescindible saber manejar este alto grado de tecnificación.

Como explica Jordi Serrano, “el gran cambio que experimentará el trabajo del directivo clásico es pasar del control a la influencia, lo que supone mover la organización hacia nuevos escenarios y orientarla estratégicamente, además de impulsar la innovación. Podrán tomar decisiones basadas en datos que hasta ahora tomaban de forma intuitiva. En definitiva, será una oportunidad para ejercer un liderazgo más puro e inspirador”.

En opinión de Serrano, todavía queda mucho por hacer en este sentido. “Actualmente los directivos suelen hacer muchos PowerPoint sobre la transformación digital, aunque en realidad son los últimos en acudir a los cursos y aprovechar las tecnologías para liberarse del trabajo de control y seguimiento, lo que les permitiría centrarse en liderar un grupo de personas”.

Una cualidad esencial en la preparación para este cambio inminente es la curiosidad. “Se necesitan profesionales con un perfil más abierto y transversal, que no solo sepan estrictamente de los suyo y que tengan voluntad de aprender constantemente. Que asuman que tienen que potenciar competencias como la creatividad, la gestión emocional y las habilidades sociales y que entiendan que la tecnología ha venido para ayudar y complementar”, señala Serrano.