¿Te afecta el tecnoestrés laboral?
¿Te afecta el tecnoestrés laboral?
Llamadas de trabajo continuas, una agenda repleta de videoconferencias, una avalancha de emails por responder, la presión por tener una presencia activa en las redes sociales… Aunque el uso de las nuevas tecnologías forma parte de la rutina de muchos profesionales, si se convierte en un abuso puede generar ansiedad, fatiga mental y saturación.
3 de agosto de 2018
El primero en utilizar el concepto “tecnoestrés” fue el psiquiatra norteamericano Craig Brod en 1984 en su libro «Technostress: The Human Cost of the Computer Revolution«. Lo definió como «una enfermedad de adaptación causada por la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías del ordenador de manera saludable”.
En ese momento, la preocupación por los efectos psicosociales negativos del uso de las TIC se centraba en la ansiedad que generaba en las personas adaptarse al manejo de los ordenadores. Sin embargo, actualmente los expertos consideran que este término se ha ampliado y comprende más matices, como la tecnoansiedad, la tecnofatiga y tecnoadicción.
En cualquier caso, estos trastornos ya se consideran riesgos laborales y constituyen una modalidad del clásico estrés laboral que puede manifestarse con tensiones musculares, estados de ansiedad o angustia, insomnio…
Como explica Teresa Rodeja, psicóloga experta en coaching en el ámbito organizacional del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya (COPC), “el tecnoestrés surge por un desajuste entre las demandas que plantean el uso de las tecnologías en el entorno laboral y los recursos que disponemos para gestionarlas, tanto propios como de la empresa”. En este sentido, considera que “la formación debe ser el eje principal, no solo enfocada al dominio de las tecnologías, sino a saber gestionar mejor la carga de trabajo y del tiempo. Las nuevas tecnologías han llegado para facilitarnos la vida, no para complicárnosla y por ello es básico un buen conocimiento de estas para hacer un buen uso”.
Por su parte, Eva Ortoll, profesora e investigadora de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), constata que “el mundo digital afecta al bienestar de los trabajadores, tanto desde el punto de vista de su rendimiento laboral como de su estado emocional” y argumenta que “para conseguir un entorno de trabajo con hábitos y comportamientos digitales útiles y sanos tenemos que conseguir que la vivencia digital de los usuarios sea positiva y que, a la vez, haya un beneficio para la organización”.
Qué más contribuye a desencadenarlo
Vivir en la era digital comporta que en el ámbito laboral se den una serie de circunstancias inexistentes hace tan solo unos años y que, sobre todo cuando se suman, predisponen a la aparición de síntomas de tecnoestrés:
- La infoxicación o saturación informacional tiene lugar cuando una persona recibe mucha más información de la que puede procesar dado su tiempo disponible o su capacidad cognitiva, y la recibe por todos los dispositivos posibles. También puede ocurrir que a pesar de la sobreabundancia de datos, no obtengamos los que necesitamos, lo que hace aflorar un sentimiento de frustración o angustia paralizante al no tener suficiente información validada para tomar una decisión. Ambos casos pueden precipitar una serie de emociones con efectos negativos en el desarrollo de una tarea.
- Síndrome de las ventanas abiertas. Si bien las nuevas tecnologías permiten hacer varias cosas a la vez (multitarea), las interrupciones que suponen las transiciones entre una y otra aplicación o las notificaciones de los mensajes afectan negativamente a la concentración.
- ¿Lo sabré hacer? La sucesión de cambios tecnológicos acelerados que dejan rápidamente obsoletos conocimientos, procesos y técnicas genera la desesperante sensación de que nunca estamos al día, a pesar del aprendizaje continuo. Y es que a menudo una vez dominamos una tecnología, ya es sustituida por otra. Además de ansiedad, puede originar temor a no ser capaces de “seguir en la rueda”, especialmente entre los no nativos digitales.
Derecho a la desconexión
En numerosas organizaciones, la multiplicidad de dispositivos móviles ha creado la peligrosa percepción de que las personas han de estar conectadas y disponibles prácticamente las 24 horas del día, incluidos los periodos vacacionales. Es lo que se conoce como “always on” (siempre conectados). A falta de legislación en nuestro país que regule el llamado “derecho a la desconexión”, es importante que desde la cúpula de las empresas se ponga límites a estas prácticas que pueden incrementar los niveles de tecnoestrés entre sus colaboradores, al fomentar situaciones de sobre-explotación o incluso auto-explotación.
“Los mandos deberían saber qué implican sus demandas y exigencias. La responsabilidad última la tiene la empresa, que debe tomar conciencia que es necesario establecer franjas horarias donde no haya comunicación digital”, apunta Teresa Rodeja.
En Alemania, empresas como Wolkswagen y Deutsche Telekom fueron pioneras en tomar medidas de desconexión digital, como limitar el flujo de correos electrónicos durante determinados espacios de tiempo. Incluso la presidenta alemana Angela Merkel alabó estas iniciativas y anunció que su gobierno trabajaría en una reglamentación para prohibir llamar o enviar mensajes a trabajadores/as fuera de horario excepto en casos de emergencia.
Y en Francia han llegado a un acuerdo sectorial para establecer el derecho a desconectar entre las 18h y las 9h. de las personas ejecutivas de organizaciones digitales que trabajan sin horarios fijos. Aunque solo se trata de una declaración de principios ya que no está normativizada, se calcula que esta medida beneficia a más de un millón de mandos intermedios que suelen llevarse el trabajo a casa.
Cómo “blindarse” de la saturación digital
Para que la acumulación de tareas tecnificadas no acabe provocando una sensación de agobio que raye el burnout (estar “quemados”), tanto los trabajadores como las empresas deben tomar medidas de prevención.
Así, a nivel individual Teresa Rodeja propone “poner límites, que la persona tenga la capacidad de desconectar también a nivel personal. Por ejemplo, no conectándose en ningún momento durante las comidas, o reducir el tiempo de exposición a las nuevas tecnologías durante el fin de semana”.
O como sugieren los teóricos Weil y Rosen, permitirse un “día de la descompresión digital”. Es decir, fijar un día a la semana dedicado a hacer cosas «a la antigua»: pasear, ir en bicicleta, leer un libro (por supuesto en papel, no digital), etc.
En cuanto al ámbito organizativo, los expertos recomiendan adoptar medidas para introducir de manera gradual las nuevas tecnologías y prever recursos adicionales específicos de acompañamiento a las personas trabajadoras. Pero como recalca Rodeja, “estas medidas sueltas no tienen demasiado sentido, ha de haber un protocolo definido que ayude a las personas a gestionarse».
- Apostar por una formación adecuada para que tanto jefes como colaboradores refuercen sus habilidades y competencias en el uso de las TIC. Tal como hemos avanzado, junto con los aspectos técnicos, la formación tiene que mejorar su capacidad para organizar las tareas y gestionar el tiempo.
- Desconexiones digitales: esta tendencia empieza a aplicarse en grandes organizaciones, pero aún no se plasma en reglamentos y legislaciones. Además del establecimiento de franjas horarias vedadas a la comunicación digital, algunas organizaciones como Google o Intel han establecido siestas digitales: periodos cortos de desconexión durante la jornada laboral. Sería lo equivalente a los estiramientos físicos en los trabajos repetitivos.
- Propiciar encuentros presenciales, ya que en muchos casos se usa la tecnología como intermediaria para comunicarse con colegas de trabajo. Se trataría, pues, de retomar el contacto interpersonal y por tanto, de recuperar el equilibrio entre el mundo digital y la humanización de las relaciones.
- Publicar guías de buenas prácticas en la comunicación interna. Por ejemplo, un manual de redacción de emails que fomente la redacción rápida, la condensación de la información y ofrezca consejos sobre cómo evitar el efecto ping-pong (una cadena interminable de mensajes).
- Cuestionarios de evaluación del tecnoestrés: si nuestra organización se ajusta a un perfil susceptible de generar tecnoestrés, es recomendable ser proactivos en su evaluación y en la detección de los primeros síntomas. En ese sentido, se han propuesto varios cuestionarios de evaluación. El referente es la Guía de Buenas Prácticas del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, que incluye un test para evaluar si una persona sufre tecnoestrés y en qué grado. Además, podemos integrar la detección del tecnoestrés en las encuestas de clima, procesos de evaluación y prevención de riesgos. La colaboración con los servicios médicos también puede contribuir a una detección precoz.
¿Y a ti, qué te pasa?
Es posible que leyendo este post hayas identificado algunos síntomas de tecnoestrés en alguna persona de tu entorno o incluso en ti. Concretar a qué tipo se ajusta más ese malestar puede ayudar a buscar soluciones específicas para cada caso.
- Tecnoansiedad. La persona afectada experimenta altos niveles de activación fisiológica no placentera (aceleración del pulso, dificultad para respirar, mareos…) y siente tensión y malestar por el uso presente o futuro de algún tipo de tecnología. La misma ansiedad lleva a tener actitudes escépticas respecto al uso de tecnologías, a la vez que pensamientos negativos sobre la propia capacidad y competencia con lasTICs. Una clase específica de tecnoansiedad es la tecnofobia, que genera miedo y ansiedad hacia el manejo de las nuevas tecnologías.
- Tecnofatiga. Se caracteriza por sensación de cansancio y agotamiento mental y cognitivo debido al uso de tecnologías, complementados también con actitudes escépticas y creencias de ineficacia con el uso de TICs. Un tipo específico de tecnofatiga es el llamado síndrome de la «fatiga informativa”, como consecuencia de la sobrecarga de información cuando se utiliza Internet. Se manifiesta con dificultad o incluso incapacidad para estructurar y asimilar la nueva información derivada del uso de Internet, con la consiguiente aparición del cansancio mental.
- Tecnoadicción. Se refiere a una incontrolable compulsión a utilizar las TIC en todo momento y en todo lugar, y hacerlo durante largos períodos de tiempo. Los tecnoadictos consultan continuamente sus dispositivos y se sienten perdidos sin ellos. Además, quieren estar al día de los últimos avances tecnológicos y acaban siendo «dependientes» de la tecnología, que se convierte en el eje sobre el cual se estructuran sus vidas.